27 mar 2011

El sonido del silencio

Los seres humanos somos animales sociables. Cada día, hablamos con mucha gente de miles de cosas, de distinta importancia y veracidad. En este planeta en constante cambio, hablar rápido y deprisa es sinónimo de seguridad y de firmeza. Cuanto menos tardes en explicar, mejor. Pero existe un mundo mas allá de las palabras.

Como acostumbro a decir, cada persona es un universo, del cual podemos aprender. Todos, hombres y mujeres, hablamos por necesidad, para sentir que alguien nos presta atención. Pero cuando fallan las palabras, aparecen lenguajes que pocos valoran, y que muchos menos comprenden.

El lenguaje corporal es, con mucha seguridad, el mas importante de todos. Una persona que desconoce ese lenguaje puede ser definida con facilidad. ¿No tenemos todos un amigo que actúa diametralmente opuesto a nosotros? ¿Y otro que lo hace de forma similar? El cerebro omite esa información, y la califica de semejanza, y aunque no se puede negar que está bien etiquetada, tampoco es del todo cierto. Dos personas que no se conocen pueden tener mil coincidencias entre ellos, pero su forma de comportarse, ya sea solo o acompañado, acostumbra a ser poderosamente diferente. ¿Por ello son diferentes? Si y no, depende de qué quieras comparar. Una persona que, por ejemplo, le gustan los Chou Chou, la playa y los helados de pistachos puede vestir de X forma, y actuar de X forma. Otra persona, con los mismos gustos que no actúe y vista de igual forma, descarta con casi inmediatez a la persona como persona afín.

Vayamos mas lejos. Tinerfe es un joven y apuesto chico, que escucha regetón, tiene un 106 verde tuneado, va todos los días al gimnasio y por él las chicas suspiran. Sin embargo, y sin que nadie lo sepa, puede ser un verdadero fanático de Metallica, y gustarle el heavy metal. Una chica, llamémosla Aurora, es una joven otaku de notas altas y con una gran afición: el anime, además de amar con locura, como Tinerfe, a Metallica. Un día cualquiera en un lugar cualquiera, se cruzan. Jamás tendrán nada en común, piensan ambos al ver al otro.

Una tarde, una tercera persona supongamos que los reúne. Ellos ni se conocen, pero tienen a un amigo al que aprecian y quedan con él y mas gente. En un sitio cualquiera, ambos se encuentran y entablan conversación, una insulsa y sin mucha motivación. Sin embargo, ella se quita la chaqueta, y deja al descubierto la camiseta del grupo. Tinerfe lo advierte, y no puede evitar esbozar una tímida sonrisa, de la cual Aurora se percata. Pasado un rato, Aurora se acerca a Tinerfe cuando está solo, y comienza otra conversación, menos insulsa y con algo mas de interés. Él, sin darse cuenta, al hablar, mueve sus manos de un lado para otro, sonríe con ciertas palabras y utiliza un vocabulario que antes no había escuchado de él. La chica se interesa por saber quien es en verdad ese chico desconocido y, sin saber siquiera si está en lo cierto, se arriesga a pensar que el ir al gimnasio viene de una baja autoestima que oculta bajo unos músculos desarrollados, por lo que alaba su calidez y su empatía con las personas que no conoce. Él, sorprendido ante una persona que reconoce detalles que ni tenía en cuenta, comienza a observar a la chica de otra forma. Al igual que ella, supone que sus notas y su afición al anime viene dada por una infancia estricta, por lo que la halaga por su forma de ser. Ella, sorprendida, no puede evitar ruborizarse, y ambos comienzan a hablar de temas mas profundos.

Leer entre líneas, observar a una persona y medir sus palabras. El anterior ejemplo es totalmente válido y, aunque vivamos en una sociedad proclive a juzgar de antemano, existen personas que trabajan para encontrar personas afines. Cualquiera, con un poco de práctica, puede serlo.

Steven Christiansen

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