Acostumbrado a un mundo frío, donde nadie quiere saber nada que no sea para su propio beneficio, existen momentos y lugares que pasan a ser mágicos cuando estás en ellos. Con ello, he aprendido a valorar cada segundo de mi vida, y todo por una mirada.
Si el frío y la tensión existían en esos momentos, no los sentía. Era la eterna espera la que me ponía nervioso, pero era su mirada la que me confundía. Olvidé a que había ido a ese sitio bajo su atenta mirada. Era seria, dura, seca, pero a la vez cálida, intensa y, por que no decirlo, evasora del espacio-tiempo. Mi mente se llenó de preguntas que ni sabía como habían aparecido, y cuyas respuestas habían pasado de inexistentes a necesarias. La sensación de observar y ser observado por una persona que observa y es observada. ¿Realmente esa era su intención? ¿A que se debía? ¿Me conocía, acaso?
Esa mirada dejó en un segundo plano el fracaso de mi objetivo principal, y esa mirada no me abandonó en ningún momento ese día. Y, como no, al tenderme en la cama, sentí ese frío físico de La Laguna penetrando en mi piel, y esa tensión de la espera de un ente "superior", hasta que empecé a conectar con esa persona.
Unas personas me dicen que estoy loco por saber de ella, que solo fue una coincidencia, y que me olvide de todo eso. Otros me animan a que la busque, que valdrá la pena y que, cuando la encuentre, obtendré una recompensa. Sinceramente, no se que pensar. Si fue una mirada intencionada, quedaré como un luchador constante; si no, quedaré como poco mas que un pervertido. Pero hasta que no encuentre a esa persona, no tendré respuesta alguna, y eso me anima y desanima al mismo tiempo. Tiempo es lo que necesito para saber.
Steven Christiansen.
P.D: 20.000 letras de viaje sobre el ritmo - Bochen
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