29 feb 2012

El engaño de las artes

¿Efímera? ¿Fugaz? ¿Breve? No sé definir con exactitud el paso de una persona por la vida, muchos términos y pocas palabras que lo definan con gran detalle. Venimos, vemos y nos vamos, dejando nuestra humilde huella en las generaciones venideras. Y en el camino, esos dos pasos que damos sin saber andar, recibimos información de personas que estuvieron antes que nosotros y que, de una forma u otra, quisieron dejar sus impresiones para las siguientes épocas.

No obstante, no es real todo ello. Quiero decir, para ellos fue real, pero para nosotros no es más que una simple imitación de una realidad, la cual no hemos vivido. Aunque intentemos hacernos con la historia principal, infinidad de detalles se nos escapan a lo acontecido en la realidad.

Un buen ejemplo es el arte de la escritura, capaz de llevarnos a parajes que jamás hemos visitado antes, los cuales nos hacen sentir como si descubriéramos una nueva realidad. Sin embargo, aunque el autor llene de cuidados detalles la historia, jamás lograremos vivirla, porque no es nuestra historia. Al igual que la música, una canción nos hará reaccionar de varias formas pero, los que nos expresen sentimientos, jamás llegará a hacernos sentir lo que siente el escritor.

Quizás el que más cerca ha estado de lograr una simbiosis total entre realidad e historia haya sido J.R.R. Tolkien, el cual detalló con una riqueza, tanto léxica como imaginativa, sus textos. No obstante, ni él mismo puede sentir lo que escribe, ya que sus historias no pasaron de la fantasía.

Por ello, cuando nos enseñan una obra de arte, podemos apreciar al pintor exponiendo la imagen de su visión, pero jamás comprenderemos lo que sentía cuando lo pintó. Un río atravesando una pradera verde en primavera puede maravillarnos visualmente, pero jamás sentiremos la brisa recorriendo nuestra nuca, ni el fresco olor de la naturaleza bailando en el aire.

Por ello, no todo reside en lo que nos cuentan porque, a fin de cuentas, las palabras (óleos, notas musicales, fragancias...) son manejables, y tergiversables. ¿Quién nos dice que ese texto de historia no está manipulado para que entendamos lo que el autor quiere entender? Así de vago es la expresión de nuestras ideas y sentimientos con vistas a que los años venideros los observen. Un beso es instantáneo, y depende mucho de quién lo reciba y que sienta hacia el receptor el dador. Y de todas las formas de expresión, la palabra es, con mucho, la más anodina y menos expresiva de todas. ¿Por qué, pues, creer ciegamente en lo que dicen y no experimentar nosotros mismos? Nuestras sensaciones son lo único real, junto con nuestros sentimientos y el frío mañanero, por lo que, ¿por qué no buscar las respuestas a nuestras preguntas sin dejar que nadie nos diga como hacerlo?

Steven Christiansen


P.D: Texto semi-inspirado en la obra El Surco del Tiempo, del filósofo Sócrates. Y de ahí, este texto que me llama particularmente la atención:

VIII

Fed.- Así será. Pero vámonos yendo, ya que el calor se ha mitigado.
Sóc.-¿Y no es propio de los que se van a poner en camino hagan una plegaria?
Fed.- ¿Por qué no?
Sóc.- Oh querido Pan, y todos los otros dioses que aquí habitéis, concededme que llegue a ser bello por dentro, y todo lo que tengo por fuera se enlace en amistad con lo de dentro; que considere rico al sabio; que todo el dinero que tenga solo sea el que se puede llevar y transportar consigo un hombre sensato, y no otro. ¿Necesitamos alguna otra cosa, Fedro? A mí me basta con lo que he pedido.
Fed.- Pide todo esto también para mí, ya que son comunes las cosas de los amigos.
Sóc.- Vayámonos.

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